La teoría del color de Johannes Itten y Paul Klee es el tema central de una espectacular exposición que se inaugura este jueves 25 de abril -con el advenimiento (¡por fin!) de la primavera, tras un largo invierno- en el centro de exhibiciones Martin-Gropius-Bau de Berlín.
La muestra, titulada «Universo de color – Itten-Klee» («Kosmos Farbe – Itten-Klee») se extenderá hasta el próximo 29 de julio, y reúne en seis salas 170 trabajos importantes, entre pinturas, dibujos y obra gráfica, en un intenso diálogo de estos dos artistas clásicos modernos.
Por primera vez puede apreciarse en esta fascinante exhibición que no sólo Klee (Münchenbuchsee/Berna, 1879 – Muralto, 1940) influyó sobre Itten (Südern-Linden/Berner Oberland, 1888 – Zurich, 1967), sino que también éste hizo lo propio con su amigo y vecino.
Paisanos del mismo cantón (Berna), los dos artistas se ocuparon durante decenios en su obra con reflexiones sobre el color. Partían del supuesto de que el orden de los colores estaba estructurado en un universo cromático cerrado según leyes propias
Nuevas investigaciones han llegado a la conclusión de que ambos artistas compartían fuentes comunes (la teoría del color de Johann Wolfgang von Goethe, por ejemplo) en la historia de las ideas, en parte también esotéricas, y que se inspiraban recíprocamente.
Por eso sorprende sobremanera que Klee e Itten, quienes se conocían personalmente desde muy jóvenes, no hayan sido presentados nunca juntos antes de esta exposición, traída directamente desde el Museo de Arte de Berna a Berlín.
La exhibición agrupa sus obras según diversos complejos temáticos: color y esoterismo; el aura de los colores; la armonía de los colores; así como color y abstracción.
Solamente una obra no pudo ser incluída en la muestra, por problemas de conservación y el peligro de que pudiera deteriorarse durante el viaje. Se trata de «Ad Parnassum» (1932), obra maestra de Klee, pintada con colores al óleo y caseína, que presenta algunos resquebrajamientos en su superficie, convirtiéndola en una pieza muy delicada, así como extremadamente sensible a las vibraciones.
Los paralelismos en sus biografías es otro de los aspectos expuestos en esta exhibición. Itten, nacido en el seno de una familia campesina del Oberland de Berna, recibía clases de piano del padre de Klee (Hans Wilhelm Klee). Más tarde fue Itten quien trajo a Klee a la escuela del movimiento arquitectónico Bauhaus.
Por aquel entonces Itten había regresado hacía tiempo a la figuración y como partidario del mazdeísmo (doctrina que mezcla elementos religiosos y filosóficos del zoroastrismo reformado, con el cristianismo y el hinduísmo tántrico, que considera a la divinidad Ahura Mazda como el creador increado de todo el universo) trajo consigo un espíritu esotérico, no exento de conflictos, a la escuela de Weimar entre 1919 y 1923.
En 1923 Itten abandonó Bauhaus, tras serias discrepancias con Walter Gropius, y fundó varias escuelas privadas de arte (como antes en Viena, después lo hizo en Suiza, Japón y Alemania: Berlín; y dirigió una escuela especializada en arte textil en Krefeld).
Klee, cuyo estilo varió a lo largo de los años entre el surrealismo, el expresionismo y la abstracción, siguió en este movimiento hasta que se mudó a Dessau, pero en 1930 también lo abandonó.
El famoso pensamiento de Klee: «El color me posee, no tengo necesidad de perseguirlo, sé que me posee para siempre… el color y yo somos una sola cosa. Yo soy pintor.», según las últimas investigaciones, no fue escrito en su diario en 1914, cuando emprendió con August Macke su famoso viaje a Túnez, sino posteriormente, en 1921, cuando daba clases en Bauhaus y se ocupaba intensamente con su teoría del color.
Este descubrimiento arroja nueva luz sobre la evolución de la historia del arte y sitúa por delante a Itten como el artista suizo que se ocupó sistemáticamente, aún antes que Klee, de la investigación del espectro cromático.
La exposición comienza con los estudios de la naturaleza hechos por ambos, cuyas biografías se entrecruzan en diferentes épocas. Al principio los temas son poéticos, los colores oscuros y melancólicos buscan la luz, tras la liberación de todas las sombras. Aquí yace el fundamento de los experimentos con el color de Klee («La casa en el desfiladero», de 1913) e Itten («El buen samaritano», inspirado en Paul Cézanne, de 1915).
Dos problemas estéticos básicos eran preeminentes entonces: el análisis del contraste de los colores, y su síntesis en la composición hasta alcanzar una armonía total. «Concerto Grosso» es un buen ejemplo de cómo Itten logra una transparencia y luminosidad del color similar a la de los vitrales de una catedral.
Al final, la muestra se ve iluminada en su eje central por la «Torre del fuego» (1923) de Itten, cuyo motivo es el monumento de la espiral tridimensional (parafraseando de alguna forma a la torre futurista de Vladimir Tatlin, homenaje a la Tercera Internacional, de 1917). Calculado según proporciones matemáticas, este universo de color (compuesto de madera, metal, vidrio, plomo, motor y engranaje) simboliza con sus 12 partes los minerales y organismos, las constelaciones astrológicas, así como los elementos tierra, fuego, agua y aire.
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