LA LEGENDARIA BAILARINA RUSA CUMPLIO OCHENTA AÑOS ASISTIENDO A UNA GALA ESPECIAL EN MOSCU.
«Soy muy feliz de haber podido vivir en el siglo XXI, cuando todo es posible plasmarlo en la realidad. Siempre me he rebelado contra la mentira. Toda la vida he sido una resistente», señalaba Plisetskaya en vísperas de su cumpleaños. A pesar de su edad, la principal estrella del ballet ruso de la segunda mitad del siglo XX deleitó a los seis mil asistentes con la clásica «Ave, Maya», con coreografía de Maurice Béjart, en la que hizo gala de una elasticidad envidiable.
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La estrella bailó «Ave, Maya», la coreografía que le dedicó Maurice Béjart, y asistió a un programa en el que también brilló Joaquín Cortés al lado de integrantes de los ballets oficiales de Londres, París y Cuba. La bailarina y coreógrafa rusa Maya Plisetskaya, premio Príncipe de Asturias de las Artes 2005, celebró el domingo su octogésimo cumpleaños en el Palacio del Kremlin de Moscú con la gala «Don Quijote», en la que tomó parte el bailarín español Joaquín Cortés.
Esta obra, con música de Bach y Charles Gounod, fue compuesta especialmente por Béjart hace cinco años para el 75º aniversario de la artista, primera bailarina del Ballet Bolshoi de Moscú durante medio siglo y directora del Ballet Clásico Nacional de España de 1987 a 1990. «Don Quijote» contó con un elenco único con bailarines clásicos del Bolshoi, el Mariinsky de San Petersburgo, el Ballet Nacional de Cuba, el Royal Ballet de Londres, el Ballet de la Opera de París y de otros países.
El clasicismo fue roto por Joaquín Cortés, que puso al público en pie con un tradicional tablao flamenco, en el que también participaron dos cantaores. Cortés consiguió sacar al escenario a la propia Plisetskaya, que improvisó un taconeo nunca visto por el público ruso, y como regalo le entregó sus dos zapatos. La otra excepción al ballet clásico la pusieron los monjes del Templo de Shaolín, que dejaron al público boquiabierto con sus acrobacias circenses. Plisetskaya ostenta el título más prestigioso que una artista de la danza puede conseguir: «Prima ballerina assoluta».
La bailarina ha pasado a la historia como la personificación del cisne en «El lago de los cisnes» de Tchaikovsky, con música de Saint-Saens y coreografía de Mijaíl Fokin, admirada por aficionados y profanos. Su fama en los años 60 fue tal que incluso eclipsó a la del primer astronauta de la historia, el ruso Yuri Gagarin. A pesar de que fue una de las pocas figuras que podía actuar en el extranjero, Plisetskaya siempre mantuvo una marcada independencia creativa que puso en jaque a los burócratas de la URSS, lo que le llevó a abandonar Rusia en 1987, en plena Perestroika, para residir en España, cuya nacionalidad le fue concedida en noviembre de 1993.
Entre el sinfín de felicitaciones llegadas de todos los rincones del mundo, el presidente ruso, Vladimir Putin, no perdió la ocasión para telefonear desde Tokio a la bailarina y «unirse a los millones de aficionados que la admiran en todo el mundo». «Por derecho, usted pertenece a ese grupo de maestros de las artes y la cultura para quienes el trabajo no es sólo una profesión, sino una vocación. A quien tuvo la suerte de verle actuar, le dejó una huella imborrable», dijo.
A lo largo de una semana en honor a Plisetskaya fueron representados «El lago de los cisnes», que la bailarina representó en más de ochocientas ocasiones; «Juego de cartas», de Alexéi Ratmanski, director artístico del Bolshoi, y «Carmen», obra del coreógrafo cubano Alberto Alonso. Tanto la puesta en escena, realizada por Alonso, como la música misma, basada en la ópera de Bizet y compuesta por Rodión Schedrín, esposo de Plisetskaya, fueron creadas especialmente para la mítica bailarina. «Siempre está bailando. Cuando escucha música en la calle, en el supermercado, enseguida improvisa algo. Su plasticidad y musicalidad natural son únicas», señaló Schedrín, marido de la bailarina y compositor de prestigio internacional. Juntos formaron una de las parejas artísticas más fructíferas de la historia del ballet, ya que Schedrín compuso especialmente para su mujer «Carmen», «Anna Karenina», «La gaviota» y «Mujer con perro», basada en un relato de Antón Chéjov.
«Gracias a él mi vida artística se prolongó durante otros veinticinco años», aseguró la estrella. Plisetskaya no tuvo una infancia fácil, ya que a los once años fue testigo de la detención de su padre, de origen judío, que fue finalmente ejecutado. Hija de artistas relacionados con el teatro lírico y la danza, comenzó a bailar con tres años y en 1941 entró a formar parte del teatro Bolshoi, donde sustituiría a la mítica Galina Ulanova. Su encuentro con el cineasta sueco Ingmar Bergman cambió su vida, «según su testimonio», ya que éste la animó a asumir, por primera vez, la labor de directora escénica y coreógrafa de «Anna Karenina», sobre la novela homónima de León Tolstoi.
EFE-Ignacio Oterga, desde Moscú.
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