Es bastante conocida la anécdota que nos cuenta que Franz Liszt no fue admitido en el Conservatorio de París por ser húngaro. Es decir, Liszt fue rechazado por no ser francés pese a sí ser un genio de la Música.
Lo irónico del asunto es que el director de esa institución era, por aquel entonces, Luigi Cherubini, un compositor tan italiano como su nombre indica. Así que Liszt fue, en cierta medida, una víctima del rechazo irracional al extranjero que todavía padecemos hoy día. Un adelantado este gran compositor húngaro también para lo malo. Y, desde luego, muy adelantado para lo bueno. Ejemplos: se amancebó con condesas y princesas, inventó el recital de piano tal y como lo conocemos hoy día (destacando el papel protagonista del intérprete), apoyó y promocionó a multitud de jóvenes compositores y, resumiendo, revolucionó la técnica pianística (inspirado por el genial violinista Niccolo Paganini) con su virtuosismo como intérprete con el que, ya desde niño, dejaba boquiabiertos a todos sus auditorios.
Franz Liszt es uno de los músicos más modernos que han pisado jamás nuestro planeta. Le puso nombre al «poema sinfónico» que había esbozado Hector Berlioz con su Sifonía Fantástica (la primer gran «revelacion» para Liszt) dándole entidad propia como género musical independiente. Abrió las puertas al cromatismo (que llegaría a su apoteosis con la música de su yerno Richard Wagner) con sus nuevas armonías de sorprendentes acordes. Fue uno de los más profundos experimentadores que la Música Clásica ha conocido y es, probablemente, el último gran revolucionario de la música comprensible para los melómanos aficionados.
En 1853 Franz Liszt terminó su famosa Sonata en Si menor que dedicó a Clara Schumann quien, tras escucharla interpretada a manos de su ferviente admirador, Johannes Brahms, escribió en su diario: «Cuánto ruido sin razón. Todo esta enredado sin una idea clara. Ni siquiera se puede encontrar un encadenamiento armónico claro. Al escucharla me siento muy infeliz». Agradecida que era la mujer.
Sin embargo, Richard Strauss opinaba de esta obra (representativa de otro revolucionario concepto lisztiano: la «variación temática») lo siguiente: «Si Liszt sólo hubiera escrito esta Sonata en Si menor, gigantesca obra salida de una sola célula, ella habría bastado para demostrar la fuerza de su espíritu.». Demasiado moderna para Clarita.
En este 2011 se cumple el 200 aniversario del nacimiento de Franz Liszt y, aunque ha fallecido recientemente el cutre director Ken Russell, no os voy a recomendar una aberración cinematográfica que Russell tituló Lisztomania (1975) porque nosotros, que somos más carcas, os recomendamos Sueño de amor (Charles Vidor, 1960), donde se nos cuenta los amoríos de Liszt (Dirk Bogarde) con la princesa rusa Carolina Sayn-Wittgenstein, de una manera empalagosamente romántica. La peli no es gran cosa; sólo para incondicionales.
Para ilustrar musicalmente el post de hoy ni voy a insertar el celebérrimo nocturno Sueño de amor (1850), ni la Sonata en Si menor (que es algo heavy para los no melómanos), ni su colorista y folclórica Rapsodia Húngara n.2 (1853). Casi mejor algo más intimista. De su ciclo de Seis Consolaciones (1850), la maravillosa Consolación n. 3, una auténtica exquisitez para el paladar de cualquier ser humano que posea una sensibilidad artística superior a la de los artrópodos. Liszt decía que sus Consolaciones eran «miniaturas sin pretensiones». Como tiene que ser.
Para ver el vídeo: Imposible ser más moderno: Franz Liszt (1811-1876). Feliz 200 Aniversario.
Publicado por Mister Lombreeze
Fuente http://gusanoylombriz.blogspot.com.es
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