Estrellas del Ballet Ruso – Finalización Año Dual España-Rusia

 

 

El lunes 5 de diciembre el Teatro Real ofreció una gala de ballet como finalización del Año Dual España-Rusia, y desplegó en esa ocasión sobre su escenario, el arte de algunas de las estrellas del Bolshoi y del Mariinski. La función estuvo acompañada por la Orquesta Titular del Teatro Real dirigida por Valery Ovsyanikov.

Palco Digital del Teatro Real retransmitió la función para todos los que no pudimos asistir, y si bien no pudimos ver la gala completa, le faltó poco para que así sea; el evento se transmitió desde el mediodía hasta la noche del 6 de diciembre. Cómodamente instalada en mi casa y una vez más gracias a Internet, me sumergí completamente en la última y una de las pocas funciones de ballet de este año del Teatro Real.

El repertorio elegido fue variado, pero lamentablemente no muy entretenido. La soviética «Aguas de primavera» (S. Rajmáninov / A. Messerer) interpretada por Elena Yevseeva y Yuri Smekalov, y el siempre presente «Jopak» de Taras Bulba, folclóricamente bailado por el primer bailarín solista del Bolshoi, Denis Medvedev. Ninguno de estos podían faltar, como buenos platos típicos y representativos en las galas rusas de ballet.

Las piezas que no he podido apreciar por no formar parte de la retransmisión, fueron: «Tchaikovsky Pas de Deux»; una joya con mayúsculas que con coreografía de Balanchine y música de Tchaikovsky, fue interpretada por la brillante Victoria Tereshkina y por Semion Chudin; «Tarantela» por Elena Yevseeva y Filipp Stepin y de Svetlana Zakharova, “Revelation” y “Fragmento de Carmen Suite” del coreógrafo cubano Alberto Alonso.

Esas ausencias fueron compensadas en parte, por haber podido disfrutar del “Pas de deux de El corsario” (A. C. Adam / M. Petipa) por Denis y Anastasia Matvienko, que me dejó totalmente maravillada.

Elegantes y tranquilos, pausados en sus tempos musicales y expresivos en cada gesto, hicieron una gran demostración del ballet que personalmente es el que a mi me gusta. El ballet que se baila con la música y dentro de ella. El ballet donde los bailarines se expresan mas allá de la técnica y del virtuosismo, y donde la elegancia y el buen gusto de cada artista no deforman la obra, sino que la enaltecen y enriquecen.

Los Matvienko son dos bailarines con atributos físicos estupendos. Largos brazos, piernas fuertes y delgadas, además de cuerpos estupendos y fibrosos. Ambos son altos y distinguidos. Él estuvo sencillamente soberbio como partenaire, en los saltos y en las ligeras caídas y ella, estupenda en sus tranquilos y simples fouettes de la coda final.

En el extremo opuesto a los Matvienko se encuentra la pareja del momento, Natalia Osipova e Iván Vasiliev; ambos bailarines con un “estilo” que no me agrada y al que llamo “el estilo del show”.

Nunca estuve de acuerdo con la famosa frase de Martha Graham «Una bailarina es una atleta de Dios». Con todo el respeto que me merece Ms. Graham y entendiendo el sentido metafórico que le otorgó a su frase, pienso que una bailarina debe ser una bailarina y no una atleta.

Me cuesta imaginar que haya algo que les falte inventar sobre puntas y medias puntas a Osipova y Vasiliev. Creo que ya han demostrado que para ellos nada es imposible en ese terreno. De eso pudieron dar fe quienes los vieron en el Grand pas de Don Quijote acompañados por bailarinas del cuerpo de baile del Teatro Bolshoi.

Según mi opinión, Osipova posee un ansia de competencia exagerada. Su expresividad y gran energía están fuera de toda medida y patrón de lo que se supone debe ser y para lo que se forma y educa una bailarina en el arte del ballet. Esto dicho al menos sobre la base de como mis maestros me lo han transmitido y enseñado, y en base también a lo que por suerte se sigue apostando y encontrando en las grandes escuelas y compañías.

Osipova es según mi opinión, una gimnasta rítmica de alta competición, disciplina que maneja estupendamente pues lo vemos en sus saltos y en su gran flexibilidad. Ella comenzó a estudiar justamente eso a los 5 años en Moscú, continuando hasta los 8/9, cuando una lesión en la espalda impidió que fuera postulada para los Juegos Olímpicos, lo que terminó con su carrera en dicha disciplina.

En ella, la furia se apodera de sus puntas y nervios, quizás por algún componente genético, lo que aparentemente la obliga a sobresalir cueste lo que cueste; y es por eso que yo siempre la veo compitiendo con otros o consigo misma, pero no bailando.

A pesar de lo que digo, debo comentar que el año pasado en Londres, bailando Giselle, fue aclamada por haber logrado una interpretación extraordinaria. Lamentablemente no la he visto.

Quizás sea simplemente, “un fenómeno interesante” como dijo de ella Alexei Ratmansky.

No será nada difícil que aparezca en cualquier momento otra joven atleta/bailarina que ejecute los clásicos treinta y dos fouettés en series de triples y cuádruples al finalizar una coda, o que salte hasta el techo de la sala y haga palidecer al publico al realizar nuevas proezas cada vez más complejas y difíciles de imitar, y llegará también el triste momento, si esto continúa así, de que al terminar una gala de ballet, sometan a las bailarinas/atletas a un control antidopaje.

Lo que es mas improbable lamentablemente, es que nazcan bailarinas como Lopatkina, Maximova, Plisétskaya, Ulanova o Semizorova y por supuesto la gran Makarova, donde nada de lo que hoy hace famosa a Osipova, es lo que estas bailarinas/artistas han creado y transmitido del arte del ballet.

Por su parte Vasiliev tiene que estar a la altura de su partenaire y lo logra inventando pasos y batiendo los pies tantas veces como la gravedad y el director de orquesta se lo permiten.

¿Es necesaria toda esta exagerada demostración de vigor gimnástico? En el ballet, rotundamente no.

Las diferencias entre ellos y sus compañeros de reparto son grandes y significativas. El peligro está en que se llegue a creer que otros artistas no son lo suficientemente buenos, ni lo suficientemente extraordinarios por no hacer gran parte de las acrobacias y las pruebas que ellos realizan.

La gran perjudicada de la noche fue Anastasia Kolegova. La que brillo con el Mariinsky en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona como Gulnara en El Corsraio, ya que se llevó la peor parte por ser suplente.

Ulyana Lopatkina no bailó por cuestiones de salud, según explicaron fuentes de la Gala y Kolegova fue su reemplazante y esto demuestra que, evidentemente es una bailarina extraordinaria, pues de lo contrario no tendría ese privilegio.

Kolegova interpretó las dos piezas que iba a bailar Lopatkina, «El baile ruso» (de Tchaikovsky/ A. Gorski ) y el famoso «El cisne» (de C. Saint-Saëns/M. Fokin).

Ser suplente de una bailarina como Ulyana Lopatkina es un alto honor y un enorme privilegio pero, a su vez, una prueba difícil de superar e ingrata aunque se supere.

Figuras como Lopatkina en el ballet, Maksim Vengérov en el violín o el legendario Vladimir Horowitz en el piano, por nombrar únicamente tres, son artistas difíciles, o quizás, imposibles de sustituir.

Seguramente con el tiempo Kolegova tenga también una suplente de su nivel, como toda primera figura; y así la historia se repite, artista tras artista y bailarina tras bailarina.

Aquí y así termina la Gala de Ballet Ruso del Teatro Real, la cual he disfrutado enormemente.
 

Estrellas del Ballet Ruso – Finalización Año Dual España-Rusia

El baile ruso por Anastasia Kolegova
©Javier del Real / Teatro Real, cortesia del Teatro Real

 

Estrellas del Ballet Ruso – Finalización Año Dual España-Rusia

Pas de deux de El corsario por Anastasia Matvienko y Denis Matvienko
©Javier del Real / Teatro Real, cortesia del Teatro Real

© 2011 Danza Ballet

 

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