Amor, pasión, muerte y resurrección reúne el espléndido y sorprendente ballet Carmen/Bolero, pleno de simbolismos, del coreógrafo belga Ben Van Cauwenbergh (Amberes, 1958), con música de Georges Bizet (1838 – 1875), Wolfgang Rihm (1952) y Maurice Ravel (1875 – 1937), repuesto este sábado 10 de junio con gran éxito de público por la compañía Aalto Ballett de Essen (cuenca del Ruhr).
A diferencia de otras múltiples versiones históricas, en la cautivadora fantasía de Van Cauwenbergh, el cuerpo sin vida de Carmen, la popular y trágica figura de la ópera homónima de Bizet, es sepultado en una ceremonia fúnebre con música de Rihm (la segunda de las cuatro piezas para orquesta de Das Lesen der Schrift: sehr langsam), cuyo cortejo es precedido por la Saeta a la Vírgen de la Encarnación de Tocina (cantada por María Luisa Martínez Lozano, desde la banda sonora), y resucita reencarnándose en el Bolero de Ravel.
La arrebatadora obra, de casi dos horas de duración, fue estrenada el 12 de febrero de 2011, pero su fuego no se ha extinguido en ningún momento y la compañía Aalto Ballett que dirige Van Cauwenbergh ha decidido reponerla por un par de funciones en la presente temporada, para constatar otra vez más que su fascinación se mantiene inalterada.
El destino de la joven gitana y femme fatale Carmen está marcado. El personaje de la novela homónima (1847) de Prosper Merimée (1803 – 1870) que inspiró la ópera, y su muerte es todo un símbolo para una mujer de temperamento fiero que busca la emancipación en una sociedad ancestral y machista. Van Cauwenbergh se concentra con su más exquisito instrumental coreográfico, de moderna expresividad, en los brillantes protagonistas de la trama (Carmen: Yanelis Rodríguez; el soldado José: Liam Blair; Micaela: Yulia Tsoi; el torero Escamillo: Davit Jeyranyan; el tabernero Lilas Pastia: Denis Untila; y teniente Zúñiga: Armen Hakobyan).
La historia sigue aquí más el orden del relato de Merimée y comienza con la música del primer entreacto de la ópera de Bizet. Sentadas en primer plano, al borde del escenario, las gitanillas (Yuki Kishimoto, Yurie Matsuura y Maria Lucia Segalin) amigas de Carmen le echan las cartas a ésta. Carmen viste un espléndido atuendo rojo (vestuario de Jérôme Kaplan). Los modelos de Kaplan, muy elegantes y refinados, evocan la vestimenta típica andaluza, aunque prescindiendo de los folclorismos.
La magnífica escenografía y el diseño de imágenes (Dmitrij Simkin), así como la iluminación (Bernd Hagemeyer) embelesan a la platea. Un gigantesco espejo rectangular colgado desde lo alto, con una inclinación de unos 30 grados, refleja hacia la sala a los bailarines danzando sobre las tablas. Un sistema de cámaras infrarrojas capta sus movimientos sobre imágenes abstractas proyectadas en el piso, inspiradas en cuadros de Antoni Tàpies (1923 – 2012), en tonalidades rojo sangre, sepia y negro que aparecen, desaparecen y se fragmentan maravillosamente sobre la lámina de cristal multiplicando visualmente la coreografía.
Carmen se pavonea en medio de las gitanillas y deja a su paso una estela bermellón sobre las imágenes del tarot que iluminan el suelo. Mientras, Micaela (con una gestualidad muy casta) y José (magníficos ambos), de blanco, bailan un pas de deux. Él descubre en ese momento a Carmen, pero ésta lo ignora. En su pas de deux final con Micaela, en el cuarto movimiento de la Petite Suite d’Orchestre, Jeux d’enfants opus 22 el joven soldado hace ya evidente su desinterés por ella y concentra toda su atención en Carmen.
El tabernero Lilas Pastia cobra aquí mayor importancia que en la versión operística. Denis Untila baila el papel con piruetas magistrales (en una danza expresionista que contrasta con las intervenciones más bien clásicas de Carmen, Micaela y José) durante la ejecución del tercer movimiento de la referida Petite Suite d’Orchestre. En su taberna de mala muerte, Lilas Pastia es un ágil e influyente instigador de los contrabandistas, pero también da muestras de ser un avezado carterista, cuando birla el dinero que Zúñiga llevaba en un bolsillo de sus pantalones, mientras Carmen y sus amigas lo distraen con sus coqueteos.
En la Habanera de la Suite de Carmen número 2, la protagonista (sobresaliente Yanelis Rodríguez con su lasciva danza) arroja una rosa roja a José para seducirlo (el color rojo vivo se convierte así en un símbolo que marcará toda su relación). Carmen y Micaela riñen (algo que no ocurre en la ópera) y esto lleva a la detención de la primera. José se enamora apasionadamente de la gitana y abandona todo para estar a su lado.
En el siguiente pas de deux de la Seguidilla, de la Suite de Carmen número 1 se produce una ardiente escena de amor entre Carmen y José, bailada de forma muy clásica, con puntas. De nuevo una rosa roja, tanto en la mano de José como en una estampa exhibida sobre el suelo del escenario, desempeña aqui un importante papel para caracterizar tanto el amor puro y sincero del joven como los efímeros sentimientos de Carmen.
El cuadro concluye con el acto de degradación de José por el teniente Zúñiga (Armen Hakobyan), tras haber dejado en libertad a su amada. El asesinato de Zúñiga por José es mostrado con toda crudeza. El elenco entero presencia el terrible acto, pero en el momento decisivo aparta la mirada y hace como que no ha visto nada de lo ocurrido. Los pas seule son sobresalientes y, tanto la sincronización como el asincronismo exprofeso de la compañía resultan excelentes.
Con el celebérrimo preludio de la ópera Carmen, entra en escena el gallardo torero Escamillo (Davit Jeyranyan), dando enérgicos saltos que hacen comprensible el fuerte atractivo que ejerce sobre la protagonista. Aquí comienza verdaderamente el drama: Carmen deja a José por el matador. En el pas de deux que sigue, de Rodríguez y Jeranayan, el coreógrafo Van Cauwenbergh prescinde del baile clásico con puntas, para mostrar que el amor entre ambos es de nivel meramente sexual. El aspecto carnal es acentuado con la erótica escena en la que Escamillo abre una naranja para llevarla con sus manos a la boca de Carmen y exprime el zumo para que corra sobre el hermoso cuerpo de la gitana.
Sin embargo, el diestro perece en el ruedo (otra disimilitud con la obra de Bizet) y su cadáver es llevado en andas mientras suena el motivo del destino del último acto de la ópera. Carmen ha quedado nuevamente sola y por lo tanto libre para José. Seguida por éste se contonea sobre el escenario en el que se muestran otra vez los naipes cartománticos. En el color rojo vivo sobre el suelo se distingue una rosa. Pero Carmen no siente más amor por José y el desairado soldado la apuñala.
Aquí no termina todo. En la segunda parte, durante la interpretación de la saeta (conmovedora María Luisa Martínez Lozano en la Saeta a la Vírgen de la Encarnación de Tocina, de la serie Sevilla por saetas) y la ejecución de Das Lesen der Schrift, de Rihm (suena magnífica la Filarmónica de Essen bajo la conducción de Johannes Witt) que sirve de transición hacia el impetuoso Bolero, de Ravel, tiene lugar el entierro de Carmen. Pero, como si se tratara de una película de cine que puede revertirste, aparece de nuevo José en escena, extrae la navaja del cuerpo de Carmen y ésta despierta en una nueva vida.
El temperamental Bolero es intepretado con grandiosidad por la compañía. Para bailarlo, siempre con el inmenso espejo detrás, ha sido elevada una gran parte del escenario mediante cables de acero para mostrar cuán inseguro y tambaleante es el terreno que están pisando todos. El acertado efecto causa gran asombro y deslumbra a los espectadores. A medida que aumenta el volumen del sonido de la orquesta trepan los seis protagonistas (Carmen, José, Micaela, Escamillo, Lilas Pastia y Zúñiga) sobre la vacilante plataforma. El resto del elenco baila debajo de ella.
Todos terminan danzando con gran seguridad y coincidiendo con los movimientos de Carmen. Los pasos de ella son marcados con pequeños puntos de luz que semejan huellas sobre la arena en las figuras espejadas. Al principio la plataforma está inclinada en leve pendiente hacia adelante: luego hacia atrás; el desnivel va aumentando hasta alcanzar unos 45 grados; y, por último, con el mismo declive, pero otra vez mirando hacia el público, Carmen permanece asida en lo alto, simbolizando cuán inalcanzable es, mientras los demás bailarines se van dejando caer controladamente cuando suenan los últimos acordes de la impresionante música, para alcanzar el nivel cero del escenario exactamente cuando el Bolero llega a su fin. La inolvidable escena suscita atronadores aplausos, silbidos, entusiásticos gritos de aprobación y vítores del público, de pie, durante prolongados minutos al término de esta velada. ¡Un gran éxito!!!
Essen, sábado 10 de junio de 2017. Aalto Theater Essen. Compañía Aalto Ballett, dirigida por Ben Van Cauwenbergh. Carmen / Bolero, con coreografía de Ben Van Cauwenbergh y música de Georges Bizet (1838 – 1875), Wolfgang Rihm (1952) y Maurice Ravel (1875 – 1937). Escenografía y diseño de imagen Dmitrij Simkin. Vestuario Jérôme Kaplan. Instalaciones de vídeo interactivas Frieder Weiss. Iluminación Bernd Hagemeyer. Maestra de ballet Alicia Olleta. Maestro de ballet Patrick Hinson. Dramaturgia Nils Szczepanski. Intérpretes: Yanelis Rodríguez (Carmen), Liam Blair (José), Yulia Tsoi (Micaela), David Jeyranyan (Escamillo), Denis Untila (Lillas Pastias), Armen Hakobyan (Zúñiga).
Las amigas de Carmen: Yuki Kishimoto, Yurie Matsuura, Maria Lucia Segalin.
Cuerpo de ballet: Carla Colonna, Ekaterina Mamrenko, Ana Carolina Reis, Yulia Tikka, Marie Van Cauwenbergh; Ige Cornelis, Nwarin Gad, Qingbin Men, Take Okuda, Igor Volkovskyy.
Essener Philharmoniker (Orquesta Filarmónica de Essen). Director musical Johannes Witt. 100% del aforo.