Algo poco conocido en la vida del pintor expresionista alemán Emil Nolde (1867-1956) es su pasión por coleccionar objetos de arte de diferentes países y culturas; objetos que directamente le transmitían algo como artista, que lo emocionaban íntimamente y que además le resultaban decorativos en su entorno privado.
Este es el tema principal de una nueva exposición que tiene lugar en el Museo Nolde de Berlín (del 26 de abril al 20 de octubre de este año) y que se realiza en cooperación con el Museo Etnológico de Berlín, en cuya vasta colección trabajó Nolde entre 1910 y 1911 dibujando a lapiz algunas de sus piezas, por lo que el público puede visitar ambas instituciones con una entrada combinada a precio reducido.
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Se trata de máscaras de teatro japonés y porcelanas del Lejano Oriente, fetiches de madera y barro de África, esculturas totemicas de los Mares del Sur, objetos de culto egipcios, madonas de la época barroca del norte de Alemania. Muchos de esos objetos han ingresado en la pintura de Nolde, tanto en los óleos como en las acuarelas, enriqueciendo el mundo pictórico de sus naturalezas muertas.
«Una pequeña pasión casi infantil (…) se ha posesionado de mí. Para mis naturalezas muertas necesitaba pequeñas figuras y objetos. He comprado aquí y allá estas cosas, más de las necesarias. Una pequeña colección comenzó a acumularse», relataba Nolde en 1936.
La exposición muestra por primera vez alrededor de 50 piezas exóticas (de la colección de más de 400 objetos) en silencioso diálogo con sus cuadros en los que además son reproducidos estos objetos. La exhibición traslada al visitante a países lejanos y a épocas hace mucho tiempo olvidadas.
En una primera sección se exhiben las pinturas (pertenecientes a los fondos de la Fundación Nolde en Seebüll, norte de Alemania) realizadas en base a las copias de las figuras del Museo Etnológico de Berlín. Se aprecia en estos 10 bocetos cuán esquemáticos y a la vez precisos eran esos dibujos, austeramente coloreados, que utilizó después como modelos para sus óleos.
Al llevar estos objetos al lienzo, Nolde no redujo más sus formas, pero el color es un nuevo elemento que entra en juego e incrementa la expresión; en algunos casos cambia la proporción de las figuras para que se correspondan con las exigencias de la composición pictórica.
La segunda sección muestra máscaras plasmadas en naturalezas muertas o bodegones conjuntamente con los modelos de la colección privada de Emil Nolde. Durante un viaje por Bélgica y los Países Bajos con su esposa, Ada, en marzo de 1911 Nolde se encontró con James Ensor (1860-1949), conocido ya entonces como «el pintor de las máscaras».
Inspirado por esa visita el pintor alemán realizó una serie de cuatro cuadros con motivos de máscaras, algunos tomados de sus bocetos del Museo Etnológico berlinés. Entre 1919 y 1920, Nolde volvió a retomar este tema en sus óleos y acuarelas aunque en este período le sirven como modelos piezas de su propia colección para llevarlos a la tela o al papel. La exposición abarca todas las naturalezas muertas con máscaras de la colección de Seebüll, cuatro cuadros en total con sus bocetos, una acuarela, y cinco máscaras.
El impactante cuadro «Trofeos de los salvajes» (1914), en recuerdo de su viaje por los Mares del Sur, así como el óleo «La máscara» (1920) pueden admirarse también en la exposición y ser interpretados como reminiscencias tardías de las primeras naturalezas muertas con máscaras del pintor.
Más adelante la exhibición incluye algunos óleos, pero mayoritariamente acuarelas, con representaciones de figuras de la colección de Nolde conjuntamente con sus modelos originales. Muchos de los objetos experimentaron marcados cambios, ya sea en tamaño, colorido y proporciones, en su proceso de transformación al ser llevados a los cuadros. Nolde no se dejaba esclavizar por estas piezas, sino que ejercía libremente su derecho como artista a introducir modificaciones en ellas para aumentar la expresión de cada ua de sus obras.
«Reproducir la naturaleza fielmente no da como resultado una obra de arte. Revalorizar la naturaleza agregándole sus propios aportes espirituales e intelecturales lleva a que el trabajo se convierta en una obra de arte», señalaba Nolde. A veces no resulta facil reconocer en los cuadros de Nolde los modelos que utilizó, pero precisamente allí radica la fascinación de la muestra.
El final de la exposición muestra dos cuadros cuyos modelos no se conservan más. Se trata de la figura de un buda, así como de un interesante relieve en madera que debieron pertenecer seguramente a la colección de Nolde, ya que fueron diseñados de forma muy peculiar y llevados a la tela con lujo de detalles. No se sabe a ciencia cierta adónde fueron a parar estas piezas.
Se presume que se encontraban en su segunda residencia en Berlín (en el barrio de West- End, en la calle Bayernallee número 10) y que se perdieron para siempre, conjuntamente con trabajos suyos y de otros artistas amigos, cuando el inmueble se incendió, tras ser alcanzado por los bombardeos de febrero de 1944, durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
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