El primer ballet de Nijinsky como coreógrafo.

Sabido es que el primer ballet de Nijinsky como coreógrafo fue «La siesta de un fauno» (1911). También, es conocido el escándalo que su erótico final provocó entonces. Incluso, el sofisticado público de la noche del estreno se vio sorprendido.

Anécdotas de la historia: Un paso en falso.

Por  Isis Wirth (Munich).

El origen del Museo Rodin y las disputas que generó el primer ballet con coreografía de Nijinsky: «La siesta de un fauno». August Rodin y un grupo de intelectuales y artistas formaron parte de la contienda.

Sabido es que el primer ballet de Nijinsky como coreógrafo fue «La siesta de un fauno» (1911). También, es conocido el escándalo que su erótico final provocó entonces. Incluso, el sofisticado público de la noche del estreno se vio sorprendido. Evidentemente, el final era sexualmente muy explícito. Hoy, más que de vuelta de todo, ya se está es harto de tanta profusión anatómica y ese final resulta banal.

Pero hace casi cien años, fue una novedad absoluta. Diaghilev, si de algo sabía, era de relaciones públicas. Varios periodistas amigos fueron advertidos en París, y el nuevo ballet fue acogido como «una nueva forma». Sin embargo, Gaston Calmette, de «Le Figaro», o bien no fue advertido oportunamente –un descuido, acaso–, o bien no se dio por aludido.

Con el título «Un faux pas» (un paso en falso), en la primera página de «Le Figaro», decía: «No voy a poner en duda el valor de la música de Debussy (…) Tan sólo estoy seguro de que cualquiera de nuestros lectores que estuvieron ayer en el teatro de Châtelet se unirán a mí en esta protesta en contra de la inusual exhibición, la cual ellos tuvieron la audacia de servirnos disfrazada de una obra de arte, seria. (…) El público verdadero nunca aceptará este realismo animal». Si se deja de lado lo de «realismo animal» – hoy por hoy, ya éste es inocente, pasado de moda–, las restantes líneas podrían ser suscritas, en cualquier momento con referencia a cualquier obra que uno tenga a bien (o a mal) recordar. El arte es una serpiente que siempre se está mordiendo la cola.

El pintor Odilon Redon y Auguste Rodin salieron en defensa de «La siesta…», de Nijinsky y del propio Diaghilev (Calmette veía una «conspiración franco-rusa» para desvirtuar el arte, donde el tambor principal era el empresario del mechón blanco.) Redon le escribió una carta a Calmette, quien a su vez contestó en el diario, e hizo alusión a su amigo Mallarmé, cuyo poema homónimo originó el ballet, «lamentablemente no presente, hubiese apreciado mucho esta maravillosa evocación de su pensamiento».

Rodin escribió en «Le Matin»: «Forma y significado están indisolublemente ligados en el cuerpo de Nijinsky (…) Su belleza es la de los frescos y la escultura de la antigüedad. Él es el modelo ideal». También desde entonces hasta hoy han corrido algunos ríos de tinta, tratando de determinar hasta qué punto en la realidad fue Nijinsky para Monsieur Rodin, el «modelo ideal».

Por supuesto, que esto es una pequeñez, un detalle que sólo agrega un extra de picante a quienes gustan del condimento. Más pequeña aun fue la reacción de Calmette, luego de que figuras del prestigio de Rodin y Redon le repostaran, o, incluso, tras la contraofensiva de Diaghilev: «Opiniones como la de Calmette son autoritarias, y el ballet es la culminación de una serie de experimentos, con la fe que nuestras creaciones merecen, además, el respeto de nuestros enemigos».

Calmette respondió con un golpe bajo: acusó a Rodin de vivir a costa de los impuestos de los ciudadanos, en el hotel Biron, de exhibir indecencias en la antigua capilla del Sagrado Corazón, al lado del hotel, y de estar rodeado por una corte de «gentiles» damas y snobs. Pidió al gobierno francés que terminara con esta situación. Al menos en esa época, las pasiones artísticas pedían por la intervención del gobierno para dirimirlas. Lo cierto es que Calmette comprendió que había perdido la batalla. Pero, en la segunda representación del Fauno, el 31 de mayo, la policía estuvo presente, y Nijinsky modificó en algo su final, y lo hizo menos perceptible…

En cuanto a Rodin, Calmette obtuvo lo que pedía con respecto a su residencia pagada con el dinero del contribuyente… pero de la manera contraria: el periodista Mortier de «Gil Blas» adujo que, en lugar de expulsar a Rodin del hotel Biron, como Calmette sugería, se le concediera ese espacio como residencia y estudio de por vida, a condición de que el escultor legara toda su obra al Estado. Eso sucedió posteriormente: el hotel Biron es hoy el célebre Museo Rodin de París.

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