Dulce Anaya (née Wohner), bailarina cubana

UN ENCUENTRO CON EL PASADO.

Una  llamada telefónica  desde Jacksonville, en los primeros días de julio, me advertía que el maestro Fernando Alonso estaba en los EE.UU., y en días próximos — según informaba Alora Haynes, Presidenta del Departamento de Danza y Artes Visuales de Santa Fe Community College, en Gainesville, en Today@Santa Fe (julio 9) — haría acto de presencia  en ese Departamento. Allí había ejercido labores de maître  desde 1993, hasta su repentino fallecimiento ocurrido el pasado 31 de diciembre, su hermano, el coreógrafo Alberto Alons

La voz de Dulce Anaya (née Wohner), bailarina cubana,  antigua y querida amiga – que pertenecía al grupo de bailarines que fundaron el Ballet Alicia Alonso –,  sonaba llena de emoción, ante el prospecto de encontrarse con su admirado maestro. El encuentro sucedería pocos días después, y según contara mi interlocutora en otra llamada, los recuerdos y las emociones volaron.

“Su vitalidad es sorprendente, y su memoria también”, opina Dulce. “Nos reímos de buena gana recordando chismes antiguos, en especial el hecho de que yo fuera la única alumna a quien Alicia Alonso haya jamás dado clases”, aclara la bailarina con risa picaresca  ¿Estuvo Fernando de acuerdo con ese comentario?, pregunté  “Pues claro que sí; él fue quien me lo recordó, y es la verdad”, fue la tajante respuesta de Dulce.

Dulce Anaya se marchó de Cuba, definitivamente,  en 1956. No obstante, hasta esa fecha, su carrera de bailarina, que comenzaría en las aulas de la escuela de ballet de la Sociedad Pro-Árte Musical, bajo la tutela del maestro búlgaro Georges Milenoff, se desarrollaría en La Habana en dos campos diferentes: Con Alberto Alonso, cuando éste asumió la dirección de dicha escuela en 1941, y a partir de 1942, intercambiando su aprendizaje con el matrimonio Alonso. En 1947, a pesar de su tierna edad, sus magníficas facultades la colocarían en el escenario del Auditórium (hoy llamado teatro Amadeo Roldán), junto a los tres Alonso, para interpretar un rol en “Antes del Alba” — primer ballet cubano coreografiado por Alberto Alonso, sobre música de Hilario González Iñiguez, y diseños de Carlos Enríquez –,   que Pro-Arte Musical presentaba a sus asociados. Cuando el   Ballet Theater (BT) visitó La Habana ese mismo año, bajo los auspicios de Pro-Arte, la compañía ofreció  contrato a dos alumnos de la escuela: la propia Dulce,  y  Enrique Martínez (este último sería director artístico asociado del BT hasta 1980).

Una crisis en el BT, en 1948,  motivó el cierre temporal de la compañía. Esto dio lugar al éxodo de un grupo de bailarines que llegó a La Habana con  Fernando y Alicia, y los  dos cubanos del elenco, Anaya y Martínez, propiciando la fundación del Ballet Alicia Alonso (BAA), en octubre de 1948.

“La primera gira hispanoamericana del BAA nunca se me olvidará”, tercia Dulce por teléfono. “Los constantes problemas económicos que persistieron durante los nueve meses que duró la tournée, fueron  una de las peores épocas de mi vida”, asegura. “Fernando asiente en esto conmigo, aunque también es justo señalar que hubo momentos livianos, y  recordarlos nos divirtió enormemente.  Los enredos personales que surgieron dentro de la compañía, pudieran constituir una novela. Fueron muchos y muy variados, pero no creo oportuno mencionarlos ahora”, termina diciéndome con picardía.

La historia de Dulce es muy interesante, y merece ser repetida aquí, para enterar al lector de una carrera que comenzaría en La Habana en 1940, con la bailarina alternando su talento entre las funciones de la Escuela de Pro-Arte, y mas tarde con el BAA, además de recibir clases en el interin en la Escuela de Ballet Americana, en Nueva York, y entrenamientos adicionales con nombres imperecederos en la historia de la danza académica, como Olga Preobrajenska en París, o Vera Volkova en Copenhaguen. Su categoria de bailarina recorrería la nomenclatura de la dansza clásica completa: De miembro del coro pasaría a ser demi-solista, solista, y por último, bailarina principal (o prima ballerina), según la clasificación preferida en  la compañía de turno.

Entre 1946 y 1956, se mantuvo muy activa entre las funciones de la escuela de Pro-Arte (Ballet de Pro-Arte, como era mejor conocido) , y  el BAA. En Pro-Arte hubo actuaciones que incluyeron, además de las obras clásicas conocidas, otras  de Alberto Alonso, como “Sombras”, con música de Sibelius,  la anteriormente mencionada “Antes del Alba”, y  “Linum”, sobre la Suite No. 3 de Bach, esta última creada específicamente para ella. Con el BAA estrenaría “Ensayo Sinfónico”, con música de Brahms (sobre Haydn), y “Lydia”, con música de Francisco Nugué, ambos con coreografía de Alicia Alonso. “Lydia”, según el consenso de algunos que presenciaron el estreno, resultaría ser una copia de “Fall River Legend”, de Agnes de Mille, que llevaba música de Copland.

Dulce volvería a las filas del BT en 1951 por breve tiempo, y una nueva gira suramericana con el BAA ocurriría en 1954, que la llevaría como solista, ofreciéndole la oportunidad de interpretar los grandes personajes clásicos del repertorio. “El entrenamiento que recibí de  Fernando para los importantes roles de Giselle y Odette que me esperaban, marcaría un  hito importante en mi vida”, explica Dulce. “La minuciosidad de los detalles que Fernando aportaba a cada rol era extraordinaria, y sus consejos sobre cómo yo debía describir el personaje, no diferían en nada de los que daba a Alicia Alonso, a quien ensayaba diariamente, y yo no me perdía ninguno de aquellos ensayos” explica Dulce:  “El prometido debut en “Giselle” y “El Lago de los Cisnes” con el BAA nunca sucedería para mí, ya .que tan pronto Alicia se enteró de los planes que Fernando abrigaba para su discípula, tomó una rabieta, como era su costumbre cuando algo no le gustaba,  y ya supondrás que los planes tuvieron que ser engavetados definitivamente”, explica Dulce en términos que no admiten duda.  El BAA cambiaría su nombre por Ballet de Cuba, a su regreso de la gira en 1955,  para ser conocido en el presente como Ballet Nacional de Cuba.

No obstante,  la carrera internacional de Dulce Anaya despegó exitosamente cuando llegó a Europa en 1956, para trabajar con el  Ballet del Marqués de Cuevas. Sin embargo, el contrato con la compañía de Cuevas no se hizo realidad;   en cambio,  fue contratada por el Ballet de  Stuttgart (1956-1957), pasando luego al Ballet de la Ópera Estatal de Munich (1957-1963). En esa compañía, sus actuaciones con Erik Bruhn, en “Flower Festival at Genzano”, y en “El Lago de los Cisnes”, además de la T.V.,  obtuvieron gran éxito, a juzgar por las críticas de la época, además de cimentar una excelente amistad entre ambos bailarines.

“Trabajar con Bruhn fue una inolvidable experiencia para mí, igual que compartir la escena con Fleming Flindt, lo que hice en ´Giselle´ y en el Pas de Deux de ´Don Quijote´”, afirma Dulce. “Y ¿qué puedo decirte de mi encuentro con Nureyev en 1961, cuando llegó a Munich, a los pocos días de su asilo,  invitado por Bruhn para practicar durante dos semanas con nosotros? Nureyev venía mal vestido, y mostraba un comportamiento  arrogante, al pretender que el “Lago de los Cisnes”, que ensayábamos  según el montaje de Mary Skeaping, se hiciera al estilo soviético”, cuenta la bailarina con gran vehemencia. Como apostilla, Dulce aclara que en varias otras oportunidades, su camino se cruzaría con el del inigualable tártaro, quien no sólo la reconocería cada vez, sino que la abrazaría y le daría sonoros  besos en las mejillas.

En Munich, Dulce obtendría un gran triunfo en 1959,  en el personaje titular del ballet “Ondine”, con música original de Werner Henze,  y coreografía de Alan Carter, llevando de compañeros a  Franz Bauer y Heino Hallhuber  La  obra, estrenada el año anterior por el Royal Ballet de Londres (octubre 27), con Margot Fonteyn y Michael Somes, y  coreografía  de Frederic Ashton,  constituiría  el acontecimiento más relevante de Europa de la época, en sus dos versiones.

Dulce continuó su carrera con el Ballet de Hamburgo (1963-1965), y allí tuvo oportunidad de trabajar  con George Balanchine, cuando éste fue invitado a montar  “Serenade” (que tuvo a Heinz Klaus de compañero)  y  “Orpheus” (con Rainer Kochermann) para la compañía alemana. Dulce fue escogida por el propio Balanchine para aparecer en ambos ballets, dedicando palabras encomiásticas a su actuación. Como viajera incansable, Dulce ha visitado — además de Europa, Centro y Sur América y el Caribe –, el norte de África, el oriente medio, así como la  India, en giras artísticas auspiciadas por  el Instituto Cultural Goethe,  la Ópera de Marsella, y el grupo de danza de Pierre Lacotte

Desde 1970, Dulce Anaya reside en Jacksonville, Florida, donde ha establecido una escuela de ballet, y fundado una compañía  llamada  Jacksonville Ballet Theatre (JBT). En 1973, invitó a  Edward Villella a que fuera su Albrecht, en  “Giselle”, que el JBT presentaría, y  en 1974, Ted Kivitt la acompañaría en “Príncipe Igor” de Fokine, y en el Pas de Deux de “El Cisne Negro”.   La escuela continúa funcionando con gran éxito, y la compañía  ofrece funciones anuales, con conocidos bailarines invitados, entre los que han aparecido Kaleria  Fedicheva, Luis Fuentes, Paloma Herrera, Damian Woetzel, Renata Pavam, y José M. Carreño, entre otros, en producciones de tres actos..

Abordando al tema de la realidad cubana, ¿sería indiscreto preguntar a Dulce qué opina Fernando de la situación actual de Cuba?  “Fernando no niega las carencias ni las restricciones existentes en su patria”, es su rápida contestación, a la que añade, “Le pregunté qué había pasado en su vida después de su divorcio de Alicia en 1974, y me dijo que fue obligado a  desplazarse a la ciudad de Camagüey,  donde trató de levantar el estándar de la escuela allí existente,  pero una vez lo lograba, los alumnos que adelantaban en su trabajo eran forzados a trasladarse a la escuela principal de La Habana”, termina diciendo.

No obstante, la bailarina encuentra  algo más que añadir.  “Te diré que Fernando me ha contado  que la mayoría de sus archivos han desaparecido, y está tratando de reconstruir su historia, y dejar constancia de su pasado, por lo que pide ayuda a cualquier persona que tenga datos y fotos de su carrera, para que los comparta con él. Su recién ganado premio Benois, otorgado en Moscú a principios de este año, apenas ha sido mencionado en su patria.  No creí necesario presionarlo más sobre  el tema político, por lo que nuestra conversación se desvió hacia otros asuntos”, y con estas palabras, terminaría mi encuentro  telefónico con Dulce.

Gracias,  querida amiga, por tu sinceridad, y por haber volcado tu alma en esta larga conversación, que tomara tantos minutos de tu invaluable tiempo. Hacer historia es muy necesario, y la de la danza en Cuba ha sido tan tergiversada, y encierra tantas omisiones, que es muy importante que todas estas verdades queden escritas para el futuro, no solo para  beneficio de los que se interesan en la danza, sino especialmente para los cubanos que nacieron después del año 1959.  © 2008 Danza Ballet

Dulce Anaya (née Wohner), bailarina cubana
Dulce Anaya y Fleming Flindt, en el Pas de Deux de «Don Quijote». Ballet de la Ópera Estatal de Munich (circa 1962 – Foto Archivo).
Dulce Anaya (née Wohner), bailarina cubana
Dulce Anaya y el maestro Fernando Alonso, en SFCC, Gainesville, julio, 2008 (Foto Dulce Anaya).

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