Como todos los años sucede, especialmente en los Estados Unidos, después de celebrar el Día de Acción de Gracias (Thanksgiving day), pasar por el “black Friday” (Viernes negro), al que ahora se le han añadido los “Cyber days” (Días cibernéticos) a través del Internet (todos días para comprar con rebajas los regalos navideños), llegamos a las presentaciones del amado “Cascanueces”, que desde los comienzos del mes de diciembre, aparece en múltiples escenarios de diferentes ciudades estadounidenses.
Según críticos reputados, esta encantadora obra – segunda de la maravillosa trilogía creada por aquellos genios llamados Chaikowsky y Petipa — es la versión “definitiva”, que George Balanchine ideara para su compañía, el New York City Ballet, y sería estrenada en febrero de 1954.
![Vals de las Flores Da comienzo la época de los Cascanueces](http://www.danzaballet.com/wp-content/uploads/2012/12/c33063.jpg)
Eran aquellos unos tiempos diferentes, y aún el gran maestro no había tomado posesión de su casa: el ahora llamado teatro Koch del Lincoln Center, del que pudo disponer desde 1964 para dos temporadas anuales (aumentada recientemente a tres) de su compañía.
No creo necesario recalcar que este ballet, dividido en un prólogo, dos actos y cuatro escenas, es una obra de niños, para niños. La historia de E.T.A. Hoffman ya es harto conocida: la familia Stahlbaum celebra la Navidad con el tradicional árbol (que en su momento, crece y crece), intercambio de regalos, y las sorpresas que trae consigo esta vez el misterioso Drosselmeier: tres muñecos que ejecutan danzas, y el Cascanuece para Marie, la niña de la casa, quien se prenda de su muñeco. Hay ratones y soldaditos, y en resumidas cuentas, el sobrino, en realidad el mágico Cascanueces, después de luchar con los ratones y vencer al rey, transporta a la niña a un mundo de golosinas, después de transitar por un bello bosque nevado, donde hay dieciséis copos de nueve, que danzan en medio del bosque nevado.
El grupo de niños que acude a la fiesta – todos de la Escuela de Ballet Norteamericana — es simplemente adorable. El trabajo de los/as profesores/ras merece inmensos aplausos, porque aquellas criaturas de cortas edades, se apoderan de sus roles con total maestría y seriedad, como si fueran avezados profesionales. No aparecen equivocaciones tampoco en los bailes del acto segundo en que intervienen; todos quedan a la altura de los mejores, asimismo los ángeles que en la apertura del acto segundo, parece como si se deslizaran sobre el suelo en vez de caminar
Claire Abraham, la diminuta Marie, es un verdadero encanto, y su Cascanueces, el sobrino de Drosselmeier, a cargo de Lleyton Ho, es un caballerito formal y lleno de cortesía. Merece un renglón aparte, la presencia del conocido Robert La Fosse como el intrigante Drosselmeier, cuya actuación dramática es superior, inyectándole al personaje toques y matices muy apropiados y diferentes a otros vistos anteriormente en el mismo rol.
En el segundo acto puede comprobarse una vez más, la armonía e inspiración del grandioso Mr. B. Desgranando con gracia y dominio toda la belleza de la coreografía que hay en ella, aparece Tiler Peck como Gota de Rocío (Dew Drop), quien dirige a los angelitos en la transición de la historia, cuando la pequeña Marie y su Cascanueces llegan al reino de las golosinas. Ya Peck es bien conocida por su magnífica técnica, aunque el público asistente era diferente al que siempre acude a las temporadas anuales de la compañía. En este mes de constantes presentaciones, hay madres y padres que van con sus hijos, muchos de ellos en brazos, si bien no falta tampoco la gente joven. Había mucha juventud presente en el teatro la noche asistí, los cuales parecían disfrutar grandemente de la función.
Entre todos los personajes que acudieron a festejar a los pequeños visitantes, estaban presentes el nutrido grupo que representaba el Chocolate; la solitaria y sensual Savannah Lowery como Café, a cargo de Savannah Lowery; el trío que ejecutaba el Té, así como el quinteto de mazapanes (pastorcitas), encabezadas por Erica Pereira. Alli estaban también Mamá Ginger y los Polichinelas, los traviesos bastones de caramelos, con el atractivo bailarín Robert Fairchild a la cabeza, quien además de mostrar su enorme personalidad como admirada figura del elenco, ejecutó innumerables y difíciles travesuras con su aro, como la coreografía reclamaba.
El plato fuerte de la obra es siempre el Pas de Deux final, esa noche espectacularmente ejecutado por la pareja formada por el Hada Garapiñada (Sugar Plum Fairy), encarnada por la sutil y esplendorosa Megan Fairchild, y su Caballero, Joaquín De Luz, quienes bordaron las difíciles variaciones, tanto en los bailes en pareja como en los solos. Aquí es de notar como el público entrenado en Balanchine, ya comienza a responder a los pasos de bravura o grandes alardes de técnica, poco frecuentes en el estilo coreográfico del gran Balanchine, por más que su escuela demanda limpieza y rapidez en los pasos, que por ende los hace muy difíciles. Los múltiples pirouettes de De Luz arrebataron a los presentes, demostrado por los innumerables aplausos que recibió el simpático madrileño.
El final deja siempre sorprendido al público, especialmente a los pequeños, cuando surge en la escena el enorme trineo que vuela hacia las alturas, llevando a Marie y su Cascanueces querido a sitios elevados. Un aparte no puede negársele al solo de violin de Nicolas Danielson, en el bello intermezzo de la partitura. La orquesta, esta vez dirigida por Arturo Delmoni, llevó los tiempos con extrema rapidez. No obstante, fue una noche más de éxito, de las muchas en que la admirada obra ayuda durante este mes de salutaciones navideñas, a rellenar los cofres de la compañía.
A todos los lectores, mis mejores deseos por una Navidad llena de paz y felicidad.
![Nutcracker Da comienzo la época de los Cascanueces](http://www.danzaballet.com/wp-content/uploads/2012/12/Nutcracker.jpg)
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