Héctor Navarro
«Creo que es viable una compañía de danza estable en Tenerife»
Cansado de esperar, el director del Centro Internacional de Danza y corresponsable artístico de Ballets de Tenerife, Miguel Navarro, parece haber entregado el testigo del proyecto a su hijo, desde hace un año miembro del prestigioso Ballet Béjart de Lausana y que entre los próximos 10 y 17 de agosto impartirá un cursillo en el citado centro ubicado en el capitalino barrio de Salamanca.
Cansado de esperar, el director del Centro Internacional de Danza y corresponsable artístico de Ballets de Tenerife, Miguel Navarro, parece haber entregado el testigo del proyecto a su hijo, desde hace un año miembro del prestigioso Ballet Béjart de Lausana y que entre los próximos 10 y 17 de agosto impartirá un cursillo en el citado centro ubicado en el capitalino barrio de Salamanca.
-Se cumplen dos temporadas desde su incorporación al Béjart Ballet Lausanne. ¿Qué camino ha recorrido dentro de la compañía?
-Mientras el primer año fue de adaptación, el segundo ha servido para asentarme, ganar confianza y asumir más responsabilidad dentro del elenco. Ha sido un segundo ciclo muy intenso, con actuaciones en diversos países como Canadá, Turquía, Serbia, Rusia o Italia. Debo decir que, pese al alto nivel de la compañía, me estoy planteando abandonarla al final del tercer año, ya que quiero afrontar otros retos.
–¿Es posible? Cualquier bailarín sueña con trabajar con Béjart.
-Cuando dejé la compañía de Víctor Ullate, todo el mundo me preguntaba por qué. Yo mismo era consciente de que en el primer año con Béjart bailaría menos que en el último con Ullate, pero siempre me ha gustado experimentar cosas nuevas, evitar la monotonía y el estancamiento. La vida del bailarín es corta. Sé que si me quedo otros cinco años en Suiza, al final tendré treinta y entonces me costará más arriesgarme.
–Maurice Béjart es un nombre clave en la danza contemporánea, pero, como coreógrafo, tiene fama de ser como un escultor que modela a sus figuras. ¿Ha influido este aspecto a la hora de replantearse su continuidad?
-En cierto modo. Dentro de un gran ballet puedes sentirte a veces como una ficha movida por el coreógrafo en su tablero. Puede que incluso no te sientas implicado en un proyecto que al fin y al cabo no es propio, sino que pertenece a otro. Es uno de los motivos por los que me gustaría volver a Tenerife para hacer algo en lo que realmente me sintiera implicado, y lo haría si es preciso como auxiliar, ayudando a poner los focos o haciendo cualquier trabajo.
-Pero sabe que volver implica seguir la senda ingrata que han recorrido sus padres…
-Soy consciente de la dificultad. Siempre que desde el Centro Internacional de Danza se ha presentado un proyecto, las reacciones han sido idénticas: «Oh, qué bien, es maravilloso», pero al final va a parar a una gaveta.
-¿Demandar una compañía de danza estable en Tenerife es predicar en el desierto?
-Mis padres lo consiguieron en 1990, aunque por un tiempo. Han pasado diecisiete años y mi madre, que tiene mucha paciencia, sigue llamando a las mismas puertas. Tenemos esperanza en que la persona que lo impulsó en su día, Maribel Oñate, vuelva a ayudarnos y que otros gestores se sumen a su iniciativa. El proyecto es factible y no requiere de un gran presupuesto. Aún soy joven y no pierdo la esperanza, aunque mientras no se dé un paso firme en ese sentido estoy obligado a desarrollar mi carrera fuera de las Islas.
-¿Qué piensa cuando ve que en Gran Canaria toman la iniciativa que aquí falta?
-Con todo el respeto hacia Anatol Yanowski, que es un gran profesional y merece estar al frente de ese proyecto, creo que mis padres han hecho un esfuerzo incomparablemente superior durante veintisiete años, promoviendo Ballets de Tenerife de manera privada con espectáculos de calidad. Pero cuando se baja el telón de uno de esos espectáculos y acaban los aplausos, todo el mundo se va a su casa y al día siguiente nadie se acuerda de que esa compañía se autofinancia a través de un centro de danza. Cuando en algunas reuniones hemos mencionado el ejemplo de Las Palmas, se nos dice que «no tiene futuro» y que ha sido hecho «a golpe de talonario», pero la realidad es que allí ya tienen aquello de lo que aquí carecemos. Como tinerfeño me sabe mal, pero no tengo duda de que en Las Palmas nuestro proyecto sería ya una realidad.
–¿Es tan desorbitado tener una compañía de danza estable?
-Creo que es viable; los que no lo creen son los políticos. Y lo cierto es que al final les cuesta más dinero contratar a la compañía por espectáculos que si la tuvieran fija prestando una serie de servicios a lo largo de la temporada. Pero esos servicios no pueden ser prestados por personas que tienen otra dedicación profesional, de hecho Ballets de Tenerife tiene acuerdos inejecutables y giras paradas porque los elementos de la compañía no pueden ausentarse de sus respectivos trabajos durante dos semanas. Si se estudia el proyecto, el catálogo de obras es amplio y ha sido trabajado durante tres décadas; el presupuesto ha sido recortado al límite; y en cuanto a la compañía, sólo necesitaría ser reforzada por tres o cuatro bailarines de fuera. No es hacer castillos en el aire. Es factible.
J. A. DULCE, S/C de Tenerife
eldia.es
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