La función estreno de La Bayadera, una obra por demás difícil y atrayente para todos los amantes del ballet, triunfó en un el Teatro Tívoli colmado de gente que se brindo al Ballet de Monterrey en grandes ovaciones con largos y merecidos aplausos.
Ha sido una Bayadera atrayente realizada por un magnifico cuerpo de baile y con primeras figuras de grandísimo nivel, que consumaron triunfalmente una producción de uno de los clásicos mas importantes del repertorio.
La coreografía fue de Luis Serrano y José Carreño, sobre la versión original de Petipa, y lo que más me impresionó en esta ocasión fue el detallado estilo narrativo de la obra, que mostraba cada acto de una manera correctísima en cada uno de los cuadros y sus secuencias coreográficas. Bayadera no es fácil de sacar adelante sin una sólida compañía que la respalde.
La excelencia técnica y la solvencia que indudablemente tiene el Ballet de Monterrey ha hecho que su actuación se destaque de muchas otras que he visto. Sentido y desarrollado de forma genuina, el ballet fue una delicia para el público que tan bien conoce la obra.
Bayadera es una de las obras del repertorio clásico que forma parte de las grandes compañías del mundo y un hito para la producción del Ballet de Monterrey, que dirigido por el bailarín y maestro José Manuel Carrreño, posee una versión colorista, completa y ágil, donde sus bailarines se lucen en cada una de los roles y donde el cuadro de Las Sombras fue encantador y deslumbrante en su unión.
El público quedó sin aliento ante la belleza del último acto, entregado a todas sus bailarinas, principalmente las tres sombras de la noche del miércoles 4 de julio.
Olivia Quintana, primera bailarina de la compañía, en la piel de Nikiya se destacó principalmente en el segundo acto, que junto a Jonhal Fernández como Solor, fueron la pareja de la noche.
Lissi Baez como Ganzatti estuvo sencillamente estupenda y José Manuel Carreño como el Gran Brahman, iluminó la escena con su presencia, su poderosa personalidad y su pericia dramática en cada aparición.
Su total manejo del hilo narrativo de la obra transmitía esa confianza desbordante que solo un artista de sobrada experiencia posee.
Una mención aparte para el joven Ídolo de Bronce Daynier Rivero, precioso y para todo el cuerpo de baile, principalmente el masculino.
Jóvenes y brillantes bailarines con un dominio y una limpieza técnica preciosa, fácil de apreciar y disfrutar.
A toda la compañía, gracias!