«Anna Karenina», pas de trois by Eifman Ballet

«Anna Karenina», la asombrosa y potente coreografía de Boris Eifman que estrenó el Gran Teatre del Liceu donde el destino del famoso triángulo de amor literario creado por Tolstoy, cobró vida y triunfó ante un público entregado al drama y a una compañía de primerísimo nivel internacional.

La versión que Eifman hace de la gran novela de Tolstoy es simplista, o tal vez solamente simplificada, ya que una novela del porte de Anna Karenina sería sin duda terriblemente difícil de describir con precisión en apenas 2 horas de baile.

En la obra de Eiffamn el deber de Anna como esposa y madre se enfrenta a su gran pasión por Vronsky, y esto hace que el ballet sea esencialmente un largo y potente «pas de trois» con escenas de amor y gran pasión que establece la heroína permanentemente entre marido y amante. Eifman está más interesado en explorar los extremos de la emoción a través del movimiento que en representar una elegante exhibición de baile puro.

La narrativa de la obra muestra alternativamente la indecisión de Anna sobre dejar a su esposo e hijo, entremezcladas con expresivas y potentes escenas de gran amor con Vronsky en donde el cuerpo de baile aparece en escena recreando maravillosas coreografías que llenan de luz cegadora la historia de una mujer impulsada y ciega por la pasión que destruye su dorada vida aristócrata para vivir turbulentas y angustiosas relaciones entre su esposo y su amante.

En la versión de la Compañía Eifman Ballet de Sant Petersburgo, y a través de su estilo «ballet psicológico ruso», la historia se representan con poderosos y atléticos pas de deux en donde sus bailarines principales palpitan y comparten con el público un conflicto dramático a un nivel interpretativo absoluto, ya que lo dan todo en cada momento sin pensar en guardar algo para el instante siguiente.

El estilo de baile y los movimientos creados por Eifman son de un tipo de ballet bastante heavy, mezclado con acrobacias y momentos de ballet neoclásico y contemporáneo, con los que se logra crear un efecto fascinante. Es una explosiva mezcla realizada con inteligencia y donde puedo decir que a lo largo de todo el ballet, no se ha repetido ni un solo paso.

Anna es interpretada por la bella y absoluta bailarina Maria Abashova. Brillante es poco decir sobre su dominio corporal y su interpretación emocional.

Abashova conserva en todo momento en el escenario una elegancia y un misterio, no solo en su perpetuo tormento y en las escenas de alcoba que son de carácter acrobático; sino que su momento más asombroso es su transición repentina al surrealismo extremo que se aprecia hacia el final de la producción y se inicia cuando Anna, por pura desesperación, consume opiáceos y comienza a alucinar.

La típica música de Tchaikovsky se transforma repentinamente en sonido psicodélico a medida que la iluminación se vuelve completamente experimental y los bailarines se contorsionan arrastrando a la pobre Anna hacia una angustiosa y autodestructiva locura.

No hay palabras para describir el baile y la entrega de que hace gala el profesionalismo absoluto de la Abashova. Es inigualable.

Ella es la que da vida a la innovadora interpretación contemporánea de Eifman. Ella es la obra. Sin la Abashova, habríamos visto otro ballet.

Como Karenin y Vronsky, Oleg Markov y Oleg Gabyshev, respectivamente, ofrecen lecturas potentes y expresivas de sus personajes, bien bailados e igualmente torturados y masculinos.

La escenografía de Zinovy Margolin, de balcones y columnas en bronce, está elaborada maravillosamente en cada detalle como es de rigor en una producción de buena calidad como esta.

Los trajes de Vyacheslav Okunev, donde el colorido general de la vestimenta es deslumbrante, son suntuosos y bellos, y cuando un detalle como el color del vestuario puede parecer insignificante, sin embargo a veces es crucial para que el público capte por completo un mensaje transmitido sin palabras, como sucede en este caso.

Los bailarines de Eifman lo dan todo en cada escena. Los momentos mas fuertes del cuerpo de baile son los que se representan bailando en Italia cuando incluyen un baile de máscaras con dorados, opulentos y bellos trajes, y una impresionante escena final -realmente impresionante- que es la representación abstracta del fatídico tren que da paso a uno de los suicidios más terribles de la literatura universal.

Tengo que decir que esta escena es estremecedora, conmovedora…

La música general del ballet esta compuesta por un mosaico de extractos de piezas de Tchaikovsky y sobre todo al final, algunas adiciones electrónicas que Eifman utiliza sabiamente para aumentar el nivel emocional de la historia.

En cuanto a la de Tchaikovsk, estremece por su habitual profundidad y belleza, dado que cada pieza elegida por el coreógrafo encarna con perfección el tormento o la dicha de la pobre Ana.

«Siempre me ha fascinado la novela Anna Karenina. Al leer Tolstoy, uno no solo descubre descripciones extremadamente precisas y profundas de la vida en Rusia, sino también su comprensión completa e inicial de la psicología de los personajes. Entramos en el mundo interior de Anna Karenina a través de una interpretación psicoerótica de su personalidad. Las pasiones, las metamorfosis y las fantasmagorías que caracterizan la obra de Tolstoi son la esencia y el núcleo de mis reflexiones coreográficas sobre la novela.», opina Boris Eifman.

Eifman cumple de modo brillante su objetivo al hacer que el ballet sea digno de la novela de Tolstoi dejando al espectador asombrado, perturbado y conmovido. Un paquete emocional, que cual regalo, solo el arte puro y de máximo nivel puede brindar.

Sin duda y afortunadamente fue una velada inolvidable, pues intenté volver a verla de inmediato, pero fue imposible conseguir una sola entrada sin la anticipación requerida.

«Anna Karenina», pas de trois by Eifman Ballet

«Anna Karenina», pas de trois by Eifman Ballet

«Anna Karenina», pas de trois by Eifman Ballet
«Anna Karenina» Compañía Eifman Ballet de Sant Peterburgo. Photo by Wang Xiaojing
«Anna Karenina», pas de trois by Eifman Ballet
«Anna Karenina» Danseuse Maria Abashova (c) Photo Damian Siqueiros.

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