Por Teresa Lloret para el Teatre Liceu
Material extraído del programa de mano.
Agrippina, dramma per musica de Georg Friedrich Haendel, con libreto de Vincenzo Grimani, fue estrenada en el Teatro San Giovanni Grisostomo de Venecia en 1709 y obtuvo un importante éxito, con 27 representaciones seguidas, cifra considerable entonces y ahora.
Cierra de forma brillante su etapa italiana (1706-1710), en la que entró en contacto con los espléndidos círculos musicales de la época y recibió importantes encargos, antes de afincarse en Londres. Dentro de la rica tradición teatral veneciana, el magnífico y burlesco libreto nos presenta unos personajes históricos –el emperador Claudio, su mujer Agripina, la atractiva y calculadora Popea, etc.– que aluden de modo inequívoco a ciertas personalidades del momento y que aportan un amoral y abigarrado retrato de la sociedad de su tiempo, con un final feliz propio de la opera seria.
Resumen argumental
Acto I
Agrippina muestra desde el inicio su personalidad y ambición: la noticia de que su marido, el emperador Claudio, ha muerto víctima de una fuerte tormenta en su viaje de retorno de la conquista de Britania, la conduce –sin muestra alguna de dolor– a exponer a su dócil e inexperto hijo Nerone, fruto de un anterior matrimonio, que tiene que iniciar su estrategia para suceder a Claudio en el trono imperial. Debe presentarse ante la plebe, dar dinero a los pobres y ser comprensivo y amable. Llama también a dos personajes poderosos de Roma, protegidos por Claudio, los libertos Narciso y Pallante, que han intentado seducirla y que pueden serle útiles. Los convence para acudir al Capitolio y reunir a la gente y que, cuando ella anuncie la noticia, aclamen de inmediato a Nerone, bajo promesa de compartir con ellos el control del poder.
En el Capitolio, Nerone reparte dádivas y llegan los dos libertos y la emperatriz, que comunica con solemnidad la infausta noticia de la muerte de Claudio y la necesidad de elegir un nuevo dirigente para Roma. Aclaman a Nerone como emperador, pero la proclama se interrumpe por el sonido de trompetas y el anuncio de Lesbo, servidor de Claudio, de que el emperador ha sido salvado del naufragio por su fiel general Ottone. La noticia conmociona a los protagonistas de la proclama, pero Agrippina decide seguir luchando con astucia y engaño hasta ver a su hijo en el trono. Ottone narra la salvación de Claudio y que el emperador, agradecido, lo ha nombrado su sucesor.
Luego pide ayuda a Agrippina para conquistar a la bella Poppea, pues no valora el trono sin ella, y aunque no se percata de la animosidad de la emperatriz. En las lujosas habitaciones de Poppea, la bella y ambiciosa romana muestra su vanidad y voluntad seductora. Confiesa que Ottone, Claudio y Nerone le han declarado su pasión y que a todos ha dado esperanzas. Lesbo le transmite palabras de amor del emperador y le anuncia que por la noche irá a verla. Poppea finge aceptar la visita con alegría mientras Agrippina, escondida, escucha con atención y decide utilizar la situación a su favor.
Agrippina entra por sorpresa, causa cierto miedo a Poppea, que teme la llegada de Claudio, y fingiendo una actitud amistosa y protectora empieza a urdir su plan. Hace confesar a Poppea su inclinación hacia Ottone para manifestarle de inmediato que en realidad es un traidor, ya que, conociendo el amor del emperador hacia ella, la ha cedido a su querer con el fin de ser proclamado en el Capitolio sucesor al trono. Demuestra conocer la próxima visita de Claudio y le recomienda que prepare su venganza, mostrándose suave y complaciente con el emperador, aunque debe revelarle claramente la falta de lealtad de Ottone. Poppea, sola, expresa su desesperación ante la traición de Ottone.
Lesbo introduce al emperador en las habitaciones de Poppea y Claudio le expresa los sentimientos de ternura que la joven le inspira. Poppea hace creer al emperador que su fiel salvador, Ottone, engreído por su futuro reinado, le ha prohibido el amor que ella siente por él, para tenerla en exclusiva, y le solicita venganza. Claudio, indignado, le promete revocar su decisión de nombrarlo sucesor y se dispone a recibir los favores de la bella Poppea. La joven, atrapada, confía en que la llegada de Agrippina resuelva su comprometida situación y, en efecto, la entrada de Lesbo avisando al emperador de la inminente presencia de su esposa nos lleva a una cómica escena vodevilesca. Finalmente, entra Agrippina, que afirma haberlo oído todo escondida, la felicita por triunfar en la trama y se declara su amiga incondicional.
Acto II
En una calle de Roma preparada para el recibimiento triunfal de Claudio, los dos libertos Pallante y Narciso descubren que Agrippina ha abusado de su confianza y deciden luchar contra la emperatriz. Llega Ottone creyendo que hoy será anunciada su sucesión y su unión con Poppea. Llegan Agrippina, Poppea y Nerone, y Ottone se dirige con gran afecto a Poppea. La entrada de Claudio con el séquito triunfal recibe la salutación de un brillante coro y el emperador narra la conquista de Britania y afirma el poder de Roma, que domina el mundo desde el Capitolio. Agrippina, Poppea, Nerone, los libertos y Ottone dirigen palabras obsequiosas y halagadoras hasta el ridículo al emperador, que asimismo disimula sus sentimientos. Pero Ottone pronto es acusado de traidor por Claudio, que incluso lo amenaza con la pena de muerte. El valiente general intenta en vano obtener la ayuda de quienes cree amigos.
En su jardín, Poppea se muestra insegura sobre la traición de Ottone y al observar que se acerca decide fingir estar dormida. Finalmente, los antiguos amantes se enfrentan, las explicaciones de Ottone resultan convincentes y comprenden ambos con indignación la trampa tendida por Agrippina para desbancar al fiel general y poner en su lugar a Nerone. Después entra Lesbo a decirle que el emperador quiere ser recibido en privado por ella y albergando en esta propuesta una posibilidad de vengarse, acepta. Entra entonces Nerone, también bien recibido por Poppea, al cual cita igualmente en sus apartamentos, para darle pruebas de su amor.
Agrippina, que teme por el éxito de su maniobra, recibe sucesivamente a los dos libertos y en una nueva muestra de duplicidad pide a uno y otro que por el amor que le profesa elimine a Ottone y al otro liberto. Llega Claudio y tiene lugar una nueva escena de hipocresía y duplicidad, ahora entre marido y mujer, en la que Agrippina, además de mostrarse amorosa y tierna, expone sus temores sobre las maniobras que Ottone está tramando para causar la muerte del emperador y subir al trono que le ha prometido. Para evitarlo, le propone que nombre a su hijo Nerone como sucesor, ya que ella tiene un poder absoluto sobre el muchacho y puede controlar totalmente la situación. Claudio duda pero finge estar de acuerdo con la idea y, acuciado por Lesbo, que le confía en voz baja que Poppea lo está esperando, le promete que su hijo subirá al trono.
Acto III
Poppea, dispuesta a obtener la venganza por la calumnia que Agrippina ha lanzado contra Ottone, lo convence de que se esconda detrás de una puerta y escuche serenamente su estrategia. El primero que llega a la cita es Nerone y Poppea le advierte que está a punto de llegar Agrippina, así que se esconda detrás de otra puerta para oír lo que sucede. Lesbo introduce ahora a Claudio y Poppea se muestra profundamente ofendida porque el emperador no ha castigado a Nerone como ella le había pedido. El emperador afirma convencido que se trataba de Ottone quien tenía que ser y ha sido castigado según sus ruegos; el hipotético equívoco entre los nombres –Ottone y Nerone– dan a Poppea una ridícula excusa que Claudio admite, cegado por su pasión. Poppea denuncia al emperador que Agrippina hizo aclamar a su hijo emperador y para demostrar que es Nerone el personaje desleal que la persigue lo hace salir de detrás de la puerta y lo enfrenta a su padrastro. Este lo expulsa con malas maneras y Poppea le recuerda con ironía que comunique a Agrippina que los tramposos caen en su propia trampa. Cuando Claudio intenta de nuevo conseguir los favores de Poppea, esta se excusa por la llegada inminente de la emperatriz. Cuando comprueba que Nerone y Claudio han partido, Poppea hace salir a Ottone del escondite, pavoneando de haber puesto en evidencia a Nerone, de vengarse de Agrippina y de rechazar los favores del emperador del mundo. Los amantes se intercambian juramentos de amor y fidelidad.
En el palacio imperial, Nerone confía a su madre el desastroso encuentro con Claudio y la malicia de Poppea, que ha declarado ya una guerra abierta, pero Agrippina reacciona con actitud combativa y se dispone a reanudar sus estratagemas.
Los dos libertos deciden unirse para no caer en desgracia y denunciar las maquinaciones de Agrippina al emperador. Este se presenta preocupado por las acusaciones cruzadas de sus allegados, Agrippina y Nerone, y también de Poppea, sin poder saber quién dice la verdad. Pallante le confiesa que su mujer consagró a su hijo como emperador, palabras que indignan a Claudio y le hacen considerar que es Poppea quien dice la verdad. Pero Agrippina se presenta como siempre, segura de sí misma, reconoce los hechos, pero conduce hábilmente la situación y resalta que todo se ha hecho con un buen fin, proteger al emperador: Nerone fue situado en el trono para protegerlo de otras ambiciones hasta la hipotética llegada de Claudio. Pallante y Narciso reconocen los hechos y Agrippina lo aprovecha para dar el golpe de gracia: reprocha a su marido que ya no la ama, seducido por los atractivos de Poppea, pero le asegura que no debe fiarse de esta mujer, que en realidad ama y es amada por Ottone. Claudio duda tras haber sorprendido a Nerone en las estancias de la joven, y decide llegar a una conclusión sólida y restablecer la paz en los corazones de su gente, dando orden de que se presenten Poppea, Nerone y Ottone.
Encaminados ya hacia el lieto fine, Claudio, que domina la situación con su autoridad indiscutida, reprocha a Agrippina la conducta inadecuada de su hijo Nerone, a quien sorprendió en las estancias de Poppea, y decide que el castigo sea la boda del muchacho con la joven para devolverle el honor. Nerone se somete, pero Ottone no soporta perder a su amada y cuando el emperador ratifica su nombramiento como futuro emperador, asegura que la corona de laurel no puede compensar en absoluto la pérdida de su amor. Agrippina sigue intrigando, pero Nerone también se lamenta amargamente de haber perdido el trono a pesar de la compensación de una esposa.
Claudio, satisfecho poniendo a prueba los sentimientos de los presentes, decide que sea Nerone el futuro amo del imperio y que Ottone se case con su amada Poppea. La alegría de los tres jóvenes y las cínicas palabras de Agrippina, «Or che regna Neron, moro contenta», cierran el conflicto. Claudio convoca a la diosa Juno a los nobles esponsales de Poppea y ordena coronar con laurel la cabeza de Nerone. Juno cierra la ópera con un elogio de la fidelidad amorosa.
Teresa Lloret para el Teatre Liceu
Material extraído del programa de mano